Empecé a practicar yoga hace cinco años en medio de una gran crisis personal y profesional. Llegué al yoga para dejar atrás mis problemas y buscando ser feliz. Tuve la fortuna de dar con un gran profesor que me dio mi primera clase. Al finalizarla estaba muy cansado y adolorido, pero me sentía absolutamente completo, alineado y en perfecta paz conmigo mismo. Desde ese día no he parado de hacer yoga. El yoga cambió mi vida.
En paralelo reapareció en mi vida la sostenibilidad. De estudiante soñaba con convertirme en abogado ambientalista. Estando de vacaciones de vuelta de un intercambio en una universidad en Estados Unidos que daba cursos de derecho ambiental, conocí a mi primer mentor: un abogado especialista en derecho de seguros. Muchos años después me había convertido en especialista en riesgos y seguros y lideraba equipos comerciales en cargos directivos de empresas del sector.
Al salir de mi último trabajo, me tiré de cabeza en sostenibilidad sin estar calificado para hacerlo. Empecé a estudiar de cambio climático y energías renovables y a revisar y diseñar productos de riesgos para empresas de energía, del sector agrícola, de movilidad y construcción sostenible. Así nace Gestión de Riesgos Sostenibles (GRS), empresa que busca transferir los riesgos de un mundo verde.
En el budismo se habla del Dharma (el deber que uno debe cumplir en la vida) y hace poco Jay Shetty, un autor inglés, lo definió así: Dharma = Propósito + Utilidad + Experticia1.
Hace un par de semanas finalicé la primera parte de un entrenamiento para certificarme como profesor de yoga con mi maestro Esteban Salazar, yogui extraordinario y gran ser humano. Sentado en un salón de un hotel en Medellín le oí decir que para tener una gran práctica de yoga y, de paso una excelente vida, hay que llegar al mat (esterilla) y al día a día con las tres Aes: Actitud, Alineación y Acción:
Todos los días pienso cómo unir mis dos pasiones (yoga y sostenibilidad) para servir a los demás. Bienvenida cualquier sugerencia porque creo que el cambio empieza por uno y así como ahora doy clases de yoga a mis amigas que me pagan con onces y buenas charlas, me encantaría meterle Dharma a mi trabajo y ayudar, desde lo que sabemos hacer, a empresas y personas que comparten una visión de un mundo sostenible.